Después de mi experiencia en Andorra, guardaba el deseo de volver a vivir una prueba de larga distancia antes de que acabara el año, por lo que tras el descanso oportuno y lógico que sigue a una carrera de estas características volví a retomar los entrenamientos. Con el bagaje de los kilómetros acumulados durante todos estos meses atrás y con el pensamiento de que serían una garantía para alcanzar la meta y objetivos que ya tengo definidos en cada prueba en la que participo, ya me encontraba metido de lleno en busca de ser un nuevo “finisher”.
La elección fue fácil y es que si no quería salir de las islas la única opción era la Challenge de Gran Canaria, que además suponía el aliciente de conocer a pie una parte importante de la naturaleza de la isla vecina. Propuse mi deseo a avarios amigos para ir juntos, pero no conseguí respuesta afirmativa. No siempre se tiene el tiempo libre suficiente para tomar parte en una prueba de estas características, por lo que me fuí haciendo a la idea de que asumiría la aventura por mi cuenta y riesgo. Fue mi amigo Toño “Fred Olsen” el que finalmente aceptó el “desafío”, pero una inoportuna lesión unas semanas antes durante el recorrido en bici del Camino de Santiago, lo dejo fuera de combate.
El viernes, un día antes de la carrera llegué a Las Palmas y establecí mi “cuartel general” en los apartamentos Miami situados en la misma Plaza Santa Catalina a muy pocos metros de la salida de la guagua que la organización pondría para el traslado de los corredores hacía Mogán, punto de partida. En la Plaza de Santa Catalina también estaría la llegada a meta, por lo que si lograba mi objetivo, solo tenía que caminar unos pasos más en busca de una reconfortante ducha.
A las tres de la madrugada del sábado ya estaba despierto. Bueno en honor a la verdad lo que hice a esa hora fue saltar de la cama donde estaba tumbado, porque de cerrar los ojos nada de nada. Esto no tiene que ver con los "nervios" de la noche antes de la carrera, sino que no es mi costumbre la de dormirme antes de las 0100am por lo que me fue imposible conciliar el sueño. A continuación preparé un desayuno para mantenerme alerta en las primeras horas de la carrera, me di una ducha, recogí el material y me dispuse a subirme a la guagua con la única intención de volver a ver la zona de meta lo antes posible. Tenía esperanzas de llegar a tiempo para tomar el último vuelo de Binter y descansar en casa la misma noche del sábado.
La salida desde Mogán fue puntual y después de unos kilómetros de asfalto nos adentramos en el primer barranco del día. Antes tuve la oportunidad de saludar a varios amigos y conocidos entre los que estaba Toño Calzadilla, el “mítico” Toño. Después de una visita a la habitual palmera o tronco de árbol para cumplir con las necesidades fisiológicas, sonó el “claxon” de partida.
Pronto se inclinó el terreno y con ello la dificultad en busca de el primer punto de referencia y que no era otro que la “Montaña de Tauro”. He de confesar que cada vez me sorprende más el ritmo con el que comienzan estas carreras y es que había que ver como estábamos rodando en los primeros tramos. Quizás es el hecho que me ayuda a entender el porque algunos corredores de ultra entrenan las series y la velocidad. A pesar de la dureza de la primera subida, me encontraba cómodo y el ritmo era ligero con la respiración fluida y las pulsaciones controladas. Durante todo el ascenso fuí y como ya es costumbre en mí, adelantando las posiciones que perdí durante el trayecto del barranco y es que el salto de piedra en piedra y por la noche no es una de mis especialidades.
Después de coronar la “Montaña de Tauro”, una ligera bajada con pocas complicaciones me llevaría a la "Presa de las Niñas". En ese momento me uní a Angel cuyo ritmo me parecía ideal y casi si quererlo decidimos unir fuerzas hasta donde el camino y la carrera nos llevara. Unos kilómetros más adelante estaba el avituallamiento de la “Presa de las Niñas”,por cierto lugar lleno de una belleza increible. Un poco antes se incorporó Rafa del “Tenerife Trail”, con el que ya formamos un pequeño grupo de tres con buen ritmo y paso que nos permitía ir dando alcance a algunos otros competidores aunque este no fuera en princio nuestro objetivo, ¿Pero a quién le amarga un dulce?.
El camino hacia el siguiente puesto de avituallamiento situado junto al “Roque Nublo” fue durísimo. Si alguno de los que lee esta crónica conoce el lugar comprenderá mis palabras. Por momentos había de hacer uso de una extrema fuerza muscular para aguantar el equilibrio y no caerte hacia atrás. Como vulgarmente se dice, “con el sendero a un palmo de la nariz”. Un corto descenso para llegar al punto donde llenamos los depósitos de agua, coger unos platanitos y unas naranjitas bien cortadas y nos preparamos para lo que sería la próxima subida. Nos esperaba el “Pico de las Nieves”, la cota más alta de la isla y por lo tanto de la carrera, casi 2000 metros.
Todo iba bien, bajo el control absoluto de todos los aspectos que conllevan una prueba de este tipo. Bebía y comía con regularidad siguiendo el protocolo que siempre sigo y que tan buenos resultados me viene dando. Creo que finalmente he logrado encontrar un protocolo que me permite regular mis energías y sobre todo mantener constante el flujo de nutrientes que son necesarios en cada uno de los procesos metabólicos. Que tu cuerpo sea eficaz transformando la energía química en energía mecánica no es solo un proceso, es un arte.
Repusimos fuerzas en el “Pico de las Nieves” con el cronometro marcando 5 horas y 30 minutos. Por lo que me comentaba Rafa era un tiempo genial y si todo continuaba como iba tendríamos al alcance la llegada a meta en un puesto y tiempo muy interesante. En esos momentos era lo que menos me importaba, yo no pensaba ni en puestos ni en tiempos sino en acabar y sobre todo con buenas sensaciones. A partir de aqui el terreno “solo” presentaría el obstáculo de unos descensos por senderos muy técnicos, algo de asfalto, y unos cuantos kilómetros por otro barranco que nos llevaría hacia los últimos cuatro kilómetros por la Avenida Marítima de Las Palmas. Y con ese objetivo dejamos atrás el "Pico de las Nieves" para tomar una pista con un desnivel que nos permitía acelerar el ritmo. Aquí pensé más con el corazón que con la cabeza. El resultado, “pinchazo” en la cintilla iliotibial lo que solo me dejaba correr a periodos intermitentes. Me despedí de mis compañeros de viaje y solo pensaba como iba a soportar ese dolor durante los 30 kilómetros que faltaban y todos con tendencia hacia abajo, con el agravante que supone encontrarte sin compañía. Por mi pensamiento pasaba si el esfuerzo que había hecho la semana anterior en la Vulcan Race y en el MKV de Garachico me estaría pasando factura y siendo sincero creo que la recuperación tras esas dos pruebas no fue ni optima ni completa, pero ya no había vuelta atrás. Preparé un nuevo plan, para mi la carrera había cambiado.
Había que llegar a Santa Brígida, pero antes afrontaría un último repecho a la altura de Tenteniguada donde podía acelerar mi ritmo ya que la lesión solo me molestaba corriendo pero no cuando caminaba rápido. Esto me permitió hasta adelantar a algún competidor afectado quizás por el fuerte calor que había en esos momentos. Santa Brígida estaba al alcance de mis piernas y pronto volví a tomar contacto con el asfalto en un terreno llano por lo que decidí correr a ver qué pasaba. Bajar de 6m30s el kilómetro era sinónimo de dolor por lo que a pasitos muy cortos y con cadencia ligera o lo que es lo mismo en el más puro estilo del “Correr Chi”, llegue al próximo puesto de avituallamiento.
No entendía como con la reducción de mi ritmo de carrera no me hubieran adelantado más corredores y al contrario fuera yo el que sí que iba dejando atrás a algunos. Esto no es que me importara enormemente ni tampoco era mi objetivo,repito, pero sí que me sorprendía y en honor a la verdad me daba nuevas fuerzas. Por momentos rodaba en solitario con el sonido de cada uno de mis pasos y la belleza que ante mis ojos una vez más me ofrecía la “Madre Tierra”. Las Palmas ciudad con su “Isleta” ya se veía a lo lejos, pero a pesar de la distancia, mi convencimiento de que acabaría la carrera se afianzaba cada vez más. Mis niveles energéticos y anímicos estaban intactos y esto suponía el pasaporte ideal para afrontar los casi 10 kilómetros de un infernal barranco cuyo nombre siempre recordaré, “Barranco de Guniguada”.
Piedras en forma de callados de playa gigantes era el terreno del barranco en casi su totalidad de recorrido. Más que correr se saltaba, bueno eso era lo que yo intentaba, ya que cada contacto de mi pie derecho suponía un pinchazo en el lateral de la rodilla de esa misma pierna. No me preguntes como, pero podía soportarlo y si había llegado hasta aquí, caminaría lo que tuviera que caminar y trotaría cuando pudiera. Y así fue como llegue a la tan deseada Avenida Marítima.
Cuatro kilómetros me separaban de la llegada y con algo de viento en contra que me recordaba mis tiempos en la bici de carretera tomé la dirección directa hasta el final de la prueba. La referencia estaba en el edificio redondo de Las Palmas frente al mar y donde ahora está un hotel de una famosa cadena. A pocos metros de allí estaba la llegada, el objetivo y al mismo tiempo ver cumplido el deseo de saborear un sabroso helado que ya tenía ubicado desde la tarde anterior en una atrayente heladería "Italo-Canaria". Y es que cada uno busca su manera de estimularse.
En la meta me esperaba mi amigo Fran Quesada "El Canarión" con su hijo y ya lo que paso a partir de ese momento es otra historia, pero que no va más allá de lo que todos más o menos experimentamos al final de una prueba como esta. Atrás quedaron 82 kilómetros que me permitieron conocer desde otra perspectiva la “Isla de enfrente”, sus caminos, sus senderos, sus pistas, sus barrancos, sus montañas y algo de sus secretos. Ahora a ponerme en manos de mi fisio Carlos y a escuchar con atención los consejos llenos de sabiduría del amigo Javi “El Médico”, que bien es cierto que el mundo no se acaba en una Trail por muy larga que sea.
En la meta me esperaba mi amigo Fran Quesada "El Canarión" con su hijo y ya lo que paso a partir de ese momento es otra historia, pero que no va más allá de lo que todos más o menos experimentamos al final de una prueba como esta. Atrás quedaron 82 kilómetros que me permitieron conocer desde otra perspectiva la “Isla de enfrente”, sus caminos, sus senderos, sus pistas, sus barrancos, sus montañas y algo de sus secretos. Ahora a ponerme en manos de mi fisio Carlos y a escuchar con atención los consejos llenos de sabiduría del amigo Javi “El Médico”, que bien es cierto que el mundo no se acaba en una Trail por muy larga que sea.